Porqué del pie de la cuesta (Cuento)



Se vivía un día domingo, del mes de Junio. Allá por la época ancestral. Un típico aguacero, como los que a diario bautizan a nuestra Región, recién había causado un pequeño derrumbe en el camino de terracería en lo que hoy es la calzada 10 de Mayo. Dicho derrumbe obstaculizaba duramente el paso de peatones y animales de carga. Ya que era ese el único medio de transporte que existía tanto para el altiplano como para la zona costera.

En el centro del pueblo, en el lugar que ocupa el Parque Central, humildes viviendas rodeaban el famoso "CASERON" o casa de usos varios, el que servía para efectuar las reuniones de cabildos entre el concejo y los vecinos, quienes mes a mes eran informados de los planes y gestiones que se realizaban en pro- de la superación del Pueblo.

El Caserón estaba construido con cerco de bambú, mientras que como techo, lucía en mojinete el pajón, que a base de permutas fuera transportado desde el altiplano. Allí en esa construcción de antaño, se efectuaba una enardecida asamblea a puerta cerrada. El concejo y los vecinos, trataban por buscarle un apellido a San Rafael, a causa del clamor de doña Gertrudis. La Reina gorda de nuestros ancestros. Quien no recibe un dinero enviado por su esposo de la Ciudad Capital, por haber sido extraviado hacia otro San Rafael.

El presidente del concejo que para ese entonces, hacía también la de secretario, anotaba con habilidad los nombres de las propuestas que le eran argumentadas por cada uno de los asistentes, quienes no cesa­ban de hablar todo lo que se les venía por azar.

Ante las dificultades surgidas por la designación de algunos nombres, aparece la voz vigorosa de don Apolinario Aguilar, hombre de virtudes y de mucho bien, quien al momento de ponerse de pie, dio a luz su idea con un gesto de cordialidad. — ¡Ami­gos, vecinos y gente mía, sé que tanto se ha expuesto y mientras tanto ningún resultado se ha podido sacar. —Sabiendo que fuera de éste recinto se encuentran dos plantitas de buganvillas. —Mismas que serán prote­gidas como dos macetas de hogar, por las generaciones venideras. —Os propongo que el nombre "BUGANVILLAS" sea el ape­llido de nuestro San Rafael.

Una minoría de vecinos aprobó con ovaciones lo expuesto por don Apolinario, en tanto que los demás solicitaron nuevas propues­tas.

En tanto el CASERON se encendía a dis­cusiones. A la puerta de éste se acercó un hombre, el mismo vestía de traje típico, en su cabeza lucía el obligado sombrero de sus tiem­pos, en tanto que de la cintura le pendía una banda roja que bajaba a acariciar los caites sobre sus pies.

—Al oír el bullicio que dentro sonaba, tocó fuerte la puerta, para luego tronarse los dedos. Don Apolinario con la cercanía hacia la puerta, percibió y en seguida se hizo presentar con el visitante, quien se hizo llamar también Sebastián Canój. Don Apolinario una vez más ponía en relieve su sensibilidad hacia la hu­manidad ajena. La hospitalidad que acostum­braba darle al prójimo lo situaba dentro de una reputación de la que él sólo gozaba. A pesar de su pobreza material sabía dar hogar, abrigo y alimento al menesteroso, caridad que lo hacía volar más allá de los confines regionales.

Después de haberle brindado las atenciones descritas a don Sebastián Canój, don Apolinario seguía con lástima el relato de necesidad que el visitante le exponía.  Don Sebastián Canój, era primera vez que llegaba a San Rafael, la necesidad de comercializar recipientes de arcilla, lo habían impulsado hasta nuestra tierra, pero por tan mala fortuna para el visitante el asno que le servía de transporte se había quedado soterrado con todo lo que traía exactamente en el derrumbe allá por la calzada. Suceso que aún ignoraba el concejo y los demás vecinos. Sin embargo don Sebastián Canój, no encontraba manera alguna de poder describir el lugar del soterramiento, lo que obligó a don Apolinario a plantarle dos alternativas, las cuales decía si era terreno plano o pendiente donde se encontraba el animal, ante esta facilidad, el visitante halló respuesta para describir el problema que atravesaba, respondiendo con toda alegría la siguiente frase: --¡Si! ¡si! ¡si! ¡si! ¡si!, merititementa allá al pie de la puritite cuesta, se encuentre mi pobre macho.

            Don Apolinario no vaciló más tiempo, preparó lazos y otros menesteres que servirían para efectuar la obra a favor de don Sebastián Canój, quien le llenó la mano de besos agradeciéndole de antemano la caridad del buen Sanrafaelense.

            En el Caserón la mayor parte de los vecinos habían ya agotado sus últimos recursos ideológicos. El presidente del concejo había dispuesto ofrecer un premio, el cual consistía en dos cuerdas de terreno mismas que se otorgarían al vecino que proporcionara el apellido a San Rafael.

Después de haberse rechazado la pro­puesta que don Apolinario había dado sobre "San Rafael Buganvillas". Otro nombre había entrado en análisis el cual se refería a "San Rafael la Pendiente". Dicho nombre fue proporcionado por don Cristóbal de León. Un vecino de antaño.

El Presidente del concejo ya bastante agotado, decidió no prolongar aún más la Asamblea, llegando a la determinación de suspender la misma diciendo por última vez, que si existía un argumento más que se diera a conocer en ese instante, si no que callase para siempre y que el premio nadie se lo quitaría a don Cristóbal de León. Contó hasta tres. En ese preciso momento se abrió la puerta acompañada de una voz, ya cono­cida por todos y que estableció nuevamente el silencio. ¡Señores no hay mal que por bien no venga y es algo que acaparó mi atención.
 
— Hace poco, un visitante se quedó con su macho allá arriba a causa de un derrumbe, dicho lugar fue descrito por este hombre como: "Pie de la Cuesta", ¡del cual sugiero que dicho nombre sea el apellido de San Rafael!

En ese instante el silencio de quienes lo escuchaban se cortó con resonadas ovaciones de aceptación. Los aplausos llovieron por todos lados, no así los de don Cristóbal de León que nunca se escucharon y que maldecía la llegada de don Sebastián Canój  y por ende el hundimiento del macho.
 
Después de haber entregado el galardón, que por cierto fue mitad para don Apolinario y mitad para don Sebastián Canój. Todos unidos como siempre. Incluso el concejo. Se dirigieron con las herramientas al hombro, a despejar el camino allá al "PIE DE LA CUESTA"
Francisco Barrios Angel

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